Cuando
nacen nuestros tesoros, tan pequeños, tan tiernos…no paramos de mirarlos, tocarlos, nos
enamoramos. Es un
impulso natural de querer abrazarlo, besarlo, tocarlo. Hazlo todo el tiempo
que quieras. No tienes por que resistirte a acariciar ese pedacito de cielo.
No se
imaginan la magia que tenemos las madres en las manos y lo mucho que nuestros
bebés necesitan que los toquemos.